jueves, 1 de junio de 2017

Célebres personas en el siglo XIX

Antonio Cánovas del Castillo


(Málaga, 8 de febrero de 1828-Mondragón, 8 de agosto de 1897) fue un político e historiador

español, figura capital de la política española de la segunda mitad del siglo xix, siendo autor del Manifiesto de Manzanares publicado al inicio del Bienio Progresista, un prominente miembro dentro de la Unión Liberal, principal valedor de Alfonso XII y el mayor artífice del sistema político de la Restauración, convirtiéndose en el máximo dirigente del Partido Conservador, que él mismo creó. Ejerció el cargo de presidente del Consejo de Ministros en seis ocasiones, alternando el poder, principalmente, con su rival político Práxedes Mateo Sagasta. Bajo su gobierno se aprobó la Constitución de 1876 y contribuyó al sistema de turno pacífico, mediante el cual creó una apariencia de democracia que ponía fin a la inestabilidad política que arrastraba el país desde décadas anteriores. Dicha estrategia se afianzó en 1885 en el Pacto de El Pardo, con el propósito de evitar que la inminente muerte del rey Alfonso XII volviese a desestabilizar la política española. Sus gobiernos estuvieron marcados, principalmente, por un mayor desarrollo del capitalismo en lo económico, la creación del Código de Comercio en lo jurídico, los conflictos con Cuba que desembocaron en la guerra de Independencia cubana, y las crecientes tensiones con anarquistas y otros colectivos obreros, siendo asesinado en 1897, durante su sexto mandato, por el anarquista Michele Angiolillo. Se denomina «canovismo» a la corriente política que tiene por fondo la implantación de una democracia no revolucionaria y tradicional al modelo británico. Ésta creía en el bipartidismo y la alternancia en el poder, sosteniéndose en la monarquía, que actuaba como elemento moderador. Hoy en día, es recordado en buen grado como uno de los políticos más brillantes de la historia española contemporánea, pero es por su política de falsa democracia por lo que es criticado, así como por suspender la libertad de cátedra en España o por su postura favorable al esclavismo, entre otras cosas.


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Antonio Machado

Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 26 de julio de 1875-Colliure, 22 de febrero de 1939) fue un poeta español, el más joven representante de la Generación del 98. Su obra inicial, de corte modernista (como la de su hermano Manuel), evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral. Dicho en palabras de Gerardo Diego, «hablaba en verso y vivía en poesía». Fue uno de los distinguidos alumnos de la ILE, con cuyos idearios estuvo siempre comprometido. Murió en el exilio en la agonía de la Segunda República Española.

Antonio Machado por Leandro Oroz (1925).jpg






Antoni Gaudí


Antoni Gaudí i Cornet, también conocido en español como Antonio Gaudí[1] (Reus o Riudoms,[2] 25 de junio de 1852-Barcelona, 10 de junio de 1926) fue un arquitecto español, máximo representante del modernismo catalán.

Gaudí fue un arquitecto con un sentido innato de la geometría y el volumen, así como una gran capacidad imaginativa que le permitía proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos. De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que debían hacer.

Dotado de una fuerte intuición y capacidad creativa, Gaudí concebía sus edificios de una forma global atendiendo, tanto a las soluciones estructurales, como las funcionales y decorativas. Estudiaba hasta el más mínimo detalle de sus creaciones, integrando en la arquitectura toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro, carpintería, etc. Asimismo, introdujo nuevas técnicas en el tratamiento de los materiales, como su famoso “trencadís” hecho con piezas de cerámica de desecho.

Después de unos inicios influido por el arte neogótico, así como ciertas tendencias orientalizantes, Gaudí desembocó en el modernismo en su época de mayor efervescencia, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, el arquitecto reusense fue más allá del modernismo ortodoxo, creando un estilo personal basado en la observación de la naturaleza, fruto del cual fue su utilización de formas geométricas regladas, como el paraboloide hiperbólico, el hiperboloide, el helicoide y el conoide.

La arquitectura de Gaudí está marcada por un fuerte sello personal, caracterizado por la búsqueda de nuevas soluciones estructurales, que logró después de toda una vida dedicada al análisis de la estructura óptima del edificio, integrado en su entorno y siendo una síntesis de todas las artes y oficios. Mediante el estudio y la práctica de nuevas y originales soluciones, la obra de Gaudí culminará en un estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, pero sin perder la experiencia aportada por estilos anteriores, generando una obra arquitectónica que es una simbiosis perfecta de la tradición y la innovación. Asimismo, toda su obra está marcada por las que fueron sus cuatro grandes pasiones en la vida: la arquitectura, la naturaleza, la religión y el amor a Cataluña.[3]

La obra de Gaudí ha alcanzado con el transcurso del tiempo una amplia difusión internacional, siendo innumerables los estudios dedicados a su forma de entender la arquitectura. Hoy día es admirado tanto por profesionales como por el público en general: la Sagrada Familia es actualmente uno de los monumentos más visitados de España.[4] Entre 1984 y 2005 siete de sus obras han sido consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


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Rosalía de Castro

Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 24 de febrero de 1837-Padrón, 15 de julio de 1885) fue una poetisa y novelista española que escribió tanto en gallego como castellano. Considerada entre los grandes poetas de la literatura española del siglo xix,[1] representa junto con Eduardo Pondal y Curros Enríquez una de las figuras emblemáticas del Rexurdimento gallego,[2] no solo por su aportación literaria en general y por el hecho de que sus Cantares gallegos sean entendidos como la primera gran obra de la literatura gallega contemporánea, sino por el proceso de sacralización al que fue sometida y que acabó por convertirla en encarnación y símbolo del pueblo gallego.[3] Además, es considerada junto con Gustavo Adolfo Bécquer la precursora de la poesía española moderna.[4]

Escribir en gallego en el siglo XIX, es decir, en la época en la que vivió Rosalía, no resultaba nada fácil por un gran número de razones. La mayor parte de ellas estaban ligadas al pensamiento y estructuración de la sociedad del momento, en la que la lengua gallega estaba muy desprestigiada y menospreciada, cada vez más distante de aquella época en la que había sido el idioma vehicular de la creación de lírica galaicoportuguesa. Toda la tradición escrita había sido perdida, por lo que se hacía necesario comenzar desde cero rompiendo con el sentimiento de desprecio e indiferencia hacia la lengua gallega, pero pocos eran los que se planteaban la tarea, pues esta constituiría un motivo de desprestigio social. En un ambiente en el que el castellano era la lengua de la cultura y la lengua protegida de la clase minoritaria dominante, Rosalía de Castro le otorgó prestigio al gallego al usarlo como vehículo de su obra Cantares gallegos y afianzando el renacer cultural de la lengua.[5] [6]

Aunque fue una asidua cultivadora de la prosa, donde Rosalía sobresalió fue en el campo de la poesía, a través de la creación de las que pueden ser consideradas sus tres obras clave: Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar. La primera de ellas representa un canto colectivo, artísticamente logrado, que sirvió de espejo dignificante a la comunidad gallega al emplearse la lengua y tradiciones de ésta. También fue útil para proseguir con la tendencia tímidamente iniciada por el pontevedrés Xoán Manuel Pintos con su obra titulada A Gaita Galega (1853).

En la segunda obra, la autora escribió una poesía de gran profundidad, que emplea el símbolo como método para expresar lo inefable y que revela la plurisignificación propia de la más elevada poesía. Junto con las obras Aires da miña terra (Curros Enríquez), Saudades Gallegas (Valentín Lamas Carvajal) y Maxina ou a filla espúrea (Marcial Valladares Núñez) completa el conjunto de obras publicadas en la década de 1880 que hicieron de estos años una etapa clave en el desarrollo de la literatura gallega, aunque la obra de Rosalía siempre mantuvo una posición predominante con respecto al resto.

Finalmente, en En las orillas del Sar se manifiesta un tono trágico que encaja con las duras circunstancias que rodearon los últimos años de la vida de Rosalía. Escrito en castellano, la obra ahonda en el lirismo subjetivo propio de Follas novas al mismo tiempo que se consolidan las formas métricas que allí apuntaban. Inicialmente calificado de precursor y obviado por la crítica de su tiempo, hoy en día existen diferentes estudiosos que lo consideran como la principal creación poética de todo el siglo XIX.

En la actualidad, la figura de Rosalía de Castro y sus creaciones literarias continúan siendo objeto de una abundante bibliografía y recibiendo una constante atención crítica, tanto en España como en el extranjero.[6] Es tal la aceptación y el interés que las obras de esta escritora despiertan en el mundo, que en las últimas décadas sus poemas han sido traducidos a idiomas como el francés,[7] el alemán,[7] el ruso[8] y el japonés.

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Información sacada de Wikipedia.